Wednesday, May 12, 2010

‘Miguel González, observado e interrogado’. Interrogantes.

‘Miguel González, observado e interrogado’
En Casa Proartes, a partir de las 7:00 p.m., será presentado el libro
‘Miguel González, observado e interrogado’. Interrogantes.


Es caleño y, por lo mismo, una abigarrada mezcla multiétnica: su abuelo materno era chino y se casó con una señora de Popayán; el papá era de origen paisa y él nació en Cali, 1950. El abuelo lo llevaba al circo y la abuela a ver al TEC


Todo confluyó a configurar la compleja personalidad del crítico, profesor, curador de arte y melómano Miguel González, el gurú del arte en Cali, que, como dice el libro que presentará hoy en Proartes, “ninguna hoja del exótico bosque del arte contemporáneo se mueve sin provocar alguno de sus agudos conceptos”.


Hoy reafirmará otra faceta, la de autor, no tan afamada como las anteriores, a pesar de que lleva una docena de libros entre pecho y espalda.


‘Miguel González, observado e interrogado’, es un compendio de entrevistas, columnas propias y ajenas, apartes de su vida y su pensamiento sobre las opciones sexuales, la enfermedad y el suicidio. Pretexto suficiente para hablar del texto:

Fernando IX University

El nuevo libro contiene mucho material...

Es un poco, como está titulado, ‘observado e interrogado’. Entre los muchos textos de que podría hablar, hay una carta de Andrés Caicedo en que comenta los episodios de Ciudad Solar, que fue cuando comencé mi ‘vida artística’. También hay columnas de los primeros periodistas que se refirieron a mi actividad como crítico de arte: José Pardo Llada, Maritza Uribe de Urdinola y Álvaro Bejarano, entrevistas, citas en libros o revistas especializadas, de críticos de arte como Marta Traba, Carolina Ponce de León, María Inés Rodríguez; textos publicados en España o Ecuador. Son 40 años trayectoria profesional, lo que estamos celebrando.

También hay aspectos personales, no relacionados con el arte...

Ah, por supuesto. Aparecen las otras opciones sexuales, la enfermedad y el suicidio, que figuran en entrevistas y van dando un perfil. Los textos, aunque fueron escritos por diferentes personas en distintos períodos, trazan una biografía y muestran los avatares de una trayectoria, a través de los aspectos de la vida privada que han acompañado la vida pública.

¿Se revela el verdadero Miguel González, o quedan aspectos ocultos?

Traté de ser sincero y transparente, para contar cómo soy, pero el mundo interior es vasto e insondable. También hay un instinto de discreción y de privacía, que en determinado momento no se puede ocultar. Además, todo fue ya contado.

García Márquez dice que hay vida pública, vida privada y vida secreta. En su libro, ¿saca a la luz lo secreto y lo privado para volverlo público?

Necesariamente, porque la gente se interesa por las personas que cumplen un rol público y quieren saber más datos, que de pronto pueden ser irrelevantes, pero ayudan a configurar una personalidad.

Parece ser una obra difícil de clasificar...

No necesariamente, pero podría serlo.

¿Cómo darle unidad a un libro escrito a tantas manos?

Tiene una cronología que da cuenta y razón desde los comienzos de la actividad escrita en los periódicos locales, acompañada de la práctica artística en las galerías de arte. Las entrevistas muestran el pensamiento, que va cambiando como se cambia de gusto y de perspectivas.

Su libro número 13. ¿Cuál lo llena más?

Son como un solo libro, hecho por temas, porque todos versan sobre el arte, desde diversos aspectos. Me satisface haber ocupado todos los campos que me interesan.

¿Sale a relucir su humor negro, con el cual usted es tan avaro?

Hay un texto de Sandro Romero, en el cual recuerda que el director de cine Óscar Campo también se quejó en un documental que me hizo, de que la mala leche y el humor negro y el sarcasmo no se revelan en mis textos como en la conversación. Y Andrés Caicedo decía que yo soy mejor hablando que escribiendo.

¿Un libro que resume toda una vida, no le asusta un poquito?

Ah, claro. Es que el próximo episodio tiene que ver con lo funerario, pues no sólo son 40 años de vida pública, sino 60 años de edad. Es un castigo divino, porque los hombres estaban destinados a ser perfectos, inmortales y divinos, pero con el pecado original Dios nos condenó a la vejez y la muerte. Y al trabajo.

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